Si tu referente del BDSM es Cincuenta sombras de Grey, es hora de hacer reset
Podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que el 2015 fue el año en el que el BDSM se volvió popular. Mientras en las discos bailábamos Uptown Funk, en las salas de cine de Estados Unidos cada siete segundos se vendía una entrada para ver Cincuenta sombras de Grey. La historia de “amor” entre Ana Steele, una universitaria en prácticas tímida e inexperta, y Christian Grey, un alto ejecutivo que quiere poseerla y dominarla sexualmente, fue vista por tres millones de personas en las salas de cine de todo el mundo y aún se sigue viendo en las plataformas de streaming.
La cuestión es que el fenómeno Grey despertó el interés de muchas personas que nunca se habían planteado probar las prácticas sexuales que engloban el BDSM. Sin embargo, tanto la trilogía como las películas, fallan estrepitosamente en representar la realidad de esta práctica y dan un mensaje muy erróneo de lo que verdaderamente es.
Antes de seguir, tenemos que dejar un par de cosas claras: primera, no todas las prácticas sexuales de BDSM tienen que ver con el dolor y segunda, el consentimiento explícito y entusiasta siempre tiene que estar presente en el sexo, da igual si es sexo kink, vainilla (como se conoce en este mundo al “sexo tradicional”) o si sois las dos últimas personas en la faz de la Tierra.
¿Qué es el BDSM?
El BDSM o los juegos BDSM son una serie de deseos sexuales y fantasías eróticas que implican un intercambio voluntario y consensuado de poder entre dos o más personas para crear tensión sexual, placer y, en ocasiones, dolor. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la experiencia emocional en el BDSM es tan importante como la física. Al final, el BDSM es experimentación con los cuerpos; pero, sobre todo, se basa en el amor, la confianza, el respeto y el placer mutuo, aunque exista la falsa creencia de que es todo lo contrario.
¿Cuál es el significado de BDSM?
El BDSM es un acrónimo, y sus siglas abarcan una gran cantidad de prácticas sexuales que se fundamentan en una o varias de las subculturas siguientes:
- Bondage: práctica sexual basada en la inmovilización del cuerpo de una persona a través de ataduras. Las ataduras pueden hacerse en todo el cuerpo o solo en alguna parte, y se puede utilizar cualquier tipo de material para hacerlas, aunque lo más común son cuerdas, cadenas, telas, esposas o cintas adhesivas.
- Disciplina: se basa en las prácticas de “adiestramiento”, es decir, cualquier actividad en la que la persona dominante establece unas reglas de comportamiento que la persona sumisa tiene que obedecer. Si estas reglas se rompen, se infringe un castigo por no comportarse como es debido.
- Dominación / sumisión: el placer viene dado del control que una de las personas involucradas ejerce sobre la otra. Este control se expresa en mandatos, prohibiciones y órdenes. Sin embargo, la dinámica de poder es una ilusión del juego, ya que, al fin y al cabo, la persona sumisa es quien tiene más control porque establece los límites. El contacto físico no es absolutamente necesario, esta práctica puede darse en el contexto de una llamada o mensajes.
- Sadismo / masoquismo: práctica en la que se obtiene el placer de recibir o infligir dolor, sea físico (cera caliente, azotes) o mental (humillaciones). La persona que inflige el dolor es la sadista, y la que lo recibe es la masoquista, de ahí el nombre. No obstante, es muy común que se intercambien los roles.
El BDSM floreció en el siglo XVIII, cuando algunos burdeles europeos comenzaron a especializarse en contención, flagelación y otros castigos que las mujeres, adquiriendo el rol de dominantes, imponían a los hombres sumisos. Como curiosidad, añadir que, en 1791, el filósofo francés Marqués de Sade publicó la novela Justine, que incluía escenas eróticas de azotes, pinzas en los pezones y restricciones, bautizando así este tipo de prácticas bajo el nombre de sadismo. Lo mismo ocurrió casi un siglo después, cuando Leopold von Sacher-Masoch publicó Venus In Furs, un libro sobre la sumisión sexual masculina que dio nombre al sadomasoquismo.
Bases y roles del BDSM
A menudo, aunque no siempre, la práctica del BDSM implica un juego de rol y de poder en el que una de las personas participantes adquiere el papel de dominante, y la otra (u otras) asume el papel de sumisa. Normalmente, las personas a las que les gusta la dinámica dominación/sumisión suelen sentirse más cómodas o bien teniendo el control, o bien obedeciendo, pero también hay quienes van cambiando. Si te estás planteando iniciarte al BDSM en este tipo de juegos sexuales, tienes que reflexionar sobre lo siguiente: ¿qué te gustaría más? ¿La idea de que te aten y obedecer a la otra persona? ¿O, por el contrario, ser tú quien da las órdenes?
En el BDSM es muy importante estar abiertx a nuevas experiencias y a renunciar al control. De hecho, es un espacio seguro en el que hablar de los deseos y fantasías sexuales, experimentar nuestras preferencias y nuestros límites, motivo por el cual la confianza y el respeto mutuo son fundamentales. A continuación, te especificamos mejor en qué consiste cada rol:
- Rol dominante: es quien toma la responsabilidad sobre la otra persona (sumisa). Actúa de acuerdo a su voluntad y deseo.
- Rol sumiso: bajo este rol, la persona queda a merced de la voluntad del rol dominante. En su papel obedece y se deja llevar, a la vez que pone los límites porque es quien indica la intensidad, forma y nivel del juego (puesto que siempre se trata de una sumisión voluntaria y consensuada).
- Switch: persona que disfruta desarrollando ambos roles.
La comunicación es esencial
Contrariamente a lo que mucha gente puede pensar, las parejas o grupos sexuales que practican BDSM se cuidan muchísimo (tengan el papel dominante o sumiso), ya que el confort y la seguridad de todas las personas implicadas son una prioridad. De hecho, en el BDSM se habla de las siglas SSC, en referencia a unas prácticas seguras, sensatas y consentidas. Por este motivo, hay un protocolo a seguir una vez decidido quién interpretará cada rol, que consiste en escoger un nombre, hacer un contrato y elegir la palabra de inicio y de final del juego.
Pasos a seguir antes de empezar a jugar
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Decidir el rol
Para saber qué rol quieres desempeñar en el juego, es imprescindible el autoconocimiento y la honestidad y explorar las propias inquietudes, gustos, preferencias y límites.
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Escoger un nombre
Es importante ponerte un nombre, como si fueras un personaje de una película. Al pronunciarlo, sabrás que estás jugando y facilitará el hecho de separar el juego de la realidad, lo que es muy recomendable.
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Hacer un contrato
Es una parte esencial del BDSM. Forma parte del juego y recoge los límites y pactos acordados mutuamente, así como los deseos. Dentro de los límites, se especifican aquellos que son negociables y los que son infranqueables. Es la forma mediante la cual todo queda claro para ambas partes y se asume el compromiso de cumplimiento, dando seguridad a las prácticas.
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Establecer una palabra de inicio y final del juego
Conviene prestar atención a la hora de decidir la palabra que inicia y la que detiene el juego (palabra de seguridad). Es importante escoger una palabra fácil de recordar, sencilla, para que se detenga el juego de manera inmediata. Hay que pensar de forma creativa, puesto que utilizar palabras convencionales del tipo “para”, “basta” o “no”, puede invitar a error y cortar el juego en el mejor momento. Tampoco es recomendable escoger una palabra que se utilice normalmente en el contexto sexual, como, por ejemplo: “pecho”, “pelo” o “culo”. Sugerimos palabras como “rojo”, “fuego”… Estas palabras funcionan como una claqueta de cine “Acción” y “Corten”, por ello contienen el control del juego. Al pronunciar la palabra de seguridad, el juego debe detenerse de inmediato.
Sin consentimiento, no es sexo
En cualquier práctica sexual, sea propia del BDSM o no, el consentimiento explícito y entusiasta tiene que estar presente. En el sexo tiene que haber consentimiento por todas las partes. Si no hay consentimiento, no es sexo. Es abuso, violación. Lo peligroso del ejemplo de Cincuenta sombras de Grey es que el tema del consentimiento es ambiguo a pesar de la trama del contrato: Christian le pide a Anastasia que firme un contrato de sumisión y, mientras Anastasia le pide tiempo para pensárselo, este la coacciona para que sea su sumisa. Ana accede, sin poder establecer sus propios límites, y acepta hacer lo que le propone Christian; no porque ella quiera hacerlo, sino por miedo a perderle, por vergüenza o por complacerle. Y esto no es consentimiento, es coacción. Es precisamente por esto que Cincuenta sombras de Grey falla estrepitosamente en la representación del sexo BDSM, ya que en la realidad de este mundo la coacción no es bienvenida.