Primer premio del concurso de microrrelatos eróticos
Me crucé a mi primer amor una calurosa tarde de primavera. Adormecida todavía de la siesta, me dirigía a una cita que había conseguido a través de una aplicación móvil, sin muchas expectativas después de las últimas intentonas.
Parada en el semáforo, crucé la mirada con unos ojos azules que hacía demasiado tiempo que no veía y todo mi cuerpo empezó a reaccionar. No sabía si hacerme la despistada o saludar efusivamente, porque mis piernas estaban paralizadas.
Pero me reconoció y bajó la ventanilla y la conversación empezó a fluir y empezaron los pitidos de otros coches y... Y que si tenía planes, me preguntó. Y a mí se me olvidaron. Así que subí en el asiento del copiloto e intenté centrarme en lo que me decía, pero es que su voz seguía provocando demasiadas cosas en mí.
Fuimos a tomar algo y yo empecé a sentir más calor del que hacía. Noté cómo movía mi pelo más de lo habitual, cómo mordía mis labios después de la risa mientras miraba los suyos y la forma en la que mis bragas se mojaban más y más cada vez que me tocaba sutilmente el muslo.
"¿Nos vamos?", me preguntó, sonriéndome. Y yo le quería decir sí, pero que a cualquier sitio donde pudiéramos estar sin gente. Pero me disculpé y fui al baño y, cuando estaba lavándome las manos, vi la puerta abrirse y sus ojos mirándome fijamente. Sonreí de medio lado y supo que era una invitación.
Se acercó por detrás y empezó a besarme el cuello. Cerré los ojos y cuando me quise dar cuenta estábamos frente a frente. Intenté dar el primer beso pero no me dejó: eran resquicios de un juego que teníamos. La única regla era que antes de la boca, había que besar otras tres partes del cuerpo.
Sonrió con malicia. Le devolví la sonrisa: empezaba el juego. Comisuras de la boca, lo sé, casi trampa. Cuello. Recorrí con el índice desde su cuello hasta la parte baja de la camiseta. Se la subí. Sabía lo que venía a continuación, lo que iba a hacer. Nos seguimos conociendo demasiado bien.
Abrí lo suficiente el sujetador como para poder besar su pezón. Gimió. Y yo noté cómo los latidos del corazón se me colaron entre las bragas. No aguantábamos más, nos teníamos demasiadas ganas y...
Y me desperté. Con más calor del que hacía esa tarde. Me duché y me fui a mi cita. Por un momento, me descubrí buscando unos ojos en cada semáforo. Pero llegué al lugar de la quedada sin interrupciones del pasado.
No estaba mal, conversación interesante, sonrisa bonita. Quién sabe. Me reí de una anécdota y sin querer recorrí el restaurante con la mirada. Y joder. Esos ojos. Ahí estaban.
Se levantó y vino hacia mí. "Qué casualidad, he soñado contigo hoy" me dijo. Y me dio un beso en la comisura de los labios. Y entró en el baño, no sin una última mirada que me invitaba a ir detrás.
Maara Wynter